Detesto

Detesto las grandes editoriales.

Como no es algo que le interese a nadie, lo dejo clasificado bajo el epígrafe de “no leer”, pero necesitaba esta anotación para aclarar una nota y para aclararme al respecto.

El desprecio viene de lejos. Las grandes editoriales coparon el mercado del libro en el franquismo. Las pequeñas fueron los proyectos de gente valiente que retaba la intransigencia del sistema arriesgándose a multas y cárceles.

Eso, unido a la idea de que lo pequeño es hermoso, sobre todo en actividades artesanales y delicadas como es la edición, me han hecho despreciar a los grandes conglomerados editoriales (lease Planeta) que más que editoriales son lobbys de presión en base a activos tan evanescentes como las “audiencias”. Lobbys que terminan fagocitando a todas las editoriales pequeñas y valientes en cuanto logran despuntar.

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