tres patas para la primera banqueta de los nuevos tiempos: sexo, religión política, la terna condenada por el marketing* al ostracismo y que vuelven con fuerza. Curiosamente las tres patas en las que se ha cebado la censura del franquismo: de sexo no se habla, que da cosa; de religión tampoco (no creo en mi Dios que es el auténtico, ¡voy a creer en el tuyo!); y de política, por supuesto, ni hablar; acatas el Movimiento y punto.
*Era una de las enseñanzas base de las escuelas de comercio: con el cliente no se discute ni de sexo, ni de religión ni de política. ¡Cómo no van a huir espantados los clientes, si no se puede hablar de nada interesante! 🙂
A la sombra de toda imposición, crece la hierba de la contestación. El rechazo al sexo impuesto por la Iglesia Católica circa el año 1000 d.c. ha traído el actual hiperconsumo de porno. Impedir las herejías con el dogma como norma ha generado el bosque de corrientes católicas alejadas del papado. Impedir la pluralidad política trajo en los 80 el boom de la literatura política y ahora el reverdecer de las formas de democracia que internet permite (referendums rápidos y seguros entre otras).
Y el problema generado en esos tres campos, no es el problema de los actores, sino el de los vecinos:
el problema no son los maricones o las mujeres, sino los homófobos y los misóginos. (los negros y el racismo)
el problema no son los creyentes, sino los fundamentalistas que prohiben practicar la religión que quieras. (y vale para mono y politeistas)
el problema no son los partidos, sino quien niega la posibilidad de existencia a otros partidos que no sean el suyo. (comunistas y anti*)
Es la psicología del vecino: ante su vida vacía, su falta de proyecto vital, mira por la rendija del vecino para criticarle, no para aprender.
*El problema no es que yo sea comunista, sino que tú te identifiques con la mentira macarthiana del anticomunismo americano de los años 50, la caza de brujas, identificando comunismo con estalinismo. Cuando no, no es lo mismo comunismo que estalinimo. Pocos estalinistas encontrarás, aunque muchos comunistas.
Ya tenemos “tres patas pa un banco”. Falta la cuarta para asegurar el asiento. Y es, sin ningún género de dudas (la cuarta pata) curar las heridas que nos aquejan desde la pandemia. La principal, el negacionismo.
Todo mal, toda enfermedad, tiene sus síntomas, que reclaman un diagnóstico para proponer un remedio. La efectividad de éste último está en función de la idoneidad del diagnóstico. Ante un catarro es fácil seguir el proceso. Ante una enfermedad nueva, desconocida por tanto, no es tan sencillo. Y con el negacionismo no lo es.
La cura del negacionismo será cosa de acertar con el diagnóstico. Porque no se trata de eliminar negacionistas, sino de curarles del mal que les invade: el negacionismo. Y no vale jugar a taumaturgos (tomen vds. nota del “que te vote Txapote”, lanzado como arma arrojadiza que se les volvió en contra y les hizo perder las elecciones, por jugar a aprendices de brujos: resucitar muertos nunca ha sido buena estrategia. Recordemos el episodio de Juego de Tronos en que la bruja mantiene con vida al jefe a cambio de la vida de su caballo). Basta con acudir a la racionalidad y al sentido común. Negar la evidencia es reproducir el trauma infantil de la no visión (te tapas los ojos y dices “no estoy”). Encontrar la causa de esa negación será más complicado.