la Nena

Se me ha muerto, como del rayo,
Ramón Sigé, con quien tanto quería.

Elegía. Miguel Hernández

Ha muerto mi hermana mayor, La Nena.


La-Ne-na, una palabra de seis letras que se inserta en mi memoria reptiliana como una de esas palabras fundantes, como mamá o papá, que se incrustan en la primera experiencia lingüística profunda que sufrimos en el proceso de convertirnos en in-fantes. Dejamos de ser infantes (no parlantes) cuando aprendemos a hablar, y aprendemos a hablar con diez o veinte palabras que empezamos a descomponer y relacionar con todas las palabras que seguimos aprendiendo a lo largo de toda la vida. Porque toda la vida estamos aprendiendo palabras, o porque son palabras que aparecen, o porque son palabras de las que aún no conocíamos su significado.


Lanena ha sido mi sustento lingüístico desde antes de yo aprender a hablar. Me dicen que es que resulto meloso, cantarín, con la entonación que hablo. Me cuesta poco pensar que simplemente reproduzco los tonos melosos recibidos por el entorno familiar.


En cualquier caso, la muerte de La Nena sé que va a representar un cambio de rumbo para mi vida.


Como ateo no puedo creer en un cielo exterior, objetivo. Pero como materialista nada me impide pensar que los cielos se contruyen intracerebralmente en todos los cerebros de forma interior, subjetiva.

De tal forma que si juntásemos los cielos que tenemos construidos sobre la Nena todos los que la hemos conocido, igual nos daría un perfil perfecto de la magnífica mujer que fue.


Tiempo habrá de comentar su faceta costurera, mecanógrafa, estilista, pintora, ceramista, artesana del cuidado.

Hoy estoy cansado. Mañana sigo.

agosto 2024 adelgado@acta.es

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