Sea, la vida es infinita. El cerebro la navega aunque sea incapaz de entenderla. Destinado a la supervivencia, se ocupa de mantener los equilibrios necesarios para que funcionen los órganos que le permiten mantenerse activo (pulmones, estómago, hígado, vientre y corazón). Órganos que se ocupan de extraer la energía necesaria del aire y de los alimentos. El gen egoísta le da consistencia, mantiene la unidad necesaria para moverse en un ambiente dual y cambiante frente al que lo único que puede hacer es mantenerse preparado para adaptarse a los cambios que surjan.
.
La misma dualidad propia de cualquier cuerpo físico, le lleva al cerebro a establecer una primera diferencia que en último término no es más que conceptual, pero muy útil: hay un interior y un exterior. Un interior que necesita unas condiciones de temperatura y humedad, y un exterior que potencialmente es agresivo y peligroso.
.
Con esos andamios vamos por el mundo, sabiendo que objetivamente somos una gota en el mar del universo. Universo que sólo podemos habitar manteniendo la unidad del yo, aún a sabiendas de que es un cuento, un relato que nos creemos para intentar mantener una coherencia que el universo tiende a disolver.
.
La anulación del yo es quizá el deseo más antiguo de la mente consciente que el budismo desveló y sigue sin dar respuesta. Más allá de que la anulación del yo nos aboca a la inconsciencia del loco o el borracho. Y aunque la anulación del deseo o lo que Patañjali considera la esencia del yoga como “detención de las funciones mentales”, nos permita entrever una salida teórica al conflicto, será la práctica individual lo único que podrá darnos la pauta correcta, enfrentándonos a descubrir lo específico de nuestra in-dividualidad in-divisible. Raros como un perro verde, eso es lo que estamos abocados a saber que somos.
.
Hay que reconocer que hemos construido un magnífico edificio social que no nos da respuestas pero nos permite navegar muy cómodamente en esa búsqueda permanente del ¿cómo será?. Edificio social construido por acumulación de saber gracias a la rutina persistente de búsqueda de estructuras que nos acerquen a “lo que es”, sea ello lo que quiera que sea.
.
Como objeto de estudio, pocas cosas veo tan interesantes como el cerebro y sus mecanismos, desconocidos en el detalle del funcionamiento interno, pero con todo el bagaje de la cultura heredada desde el comienzo de la cultura para ser capaces de desentrañar su funcionamiento externo. Como un garbanzo en el cocido que ha tomado conciencia de si mismo pero le falta saber qué componentes configuran el guiso.