La teoría de la relatividad nos fuerza, por el contrario, a cambiar nuestros conceptos de espacio y tiempo. Debemos aceptar que el tiempo no está completamente separado e independiente del espacio, sino que por el contrario se combina con él para formar un objeto llamado espaciotiempo.
(Historia del tiempo, de Stephen Hawking. pág. 26 de la edición digital “Producido por las newsgroups: chile.ciencia.misc & chile.rec.literatura”)
El libro Historia del tiempo, de Stephen Hawking me deja una desagradable sensación de pérdida de tiempo y sentido vital. Su argumentación en defensa del big bang se parece, por rebuscada, a las vias tomistas de demostración de la existencia de Dios. Y descubre que la mecánica cuántica, los púlsares, los quark y los agujeros negros, son un invento reciente (de los años 60) que surgen para tapar los agujeros que deja la relatividad de Einstein.
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Es decir, es como si toda la ciencia de la segunda mitad del siglo XX fuese un montaje publicitario para acelerar la expansión de las ideas preconcebidas, como si alguien tuviese prisa por rentabilizarlas.
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Reconoce Hawking que la teoría de la relatividad, aunque bastante extendida después de un siglo, no ha llegado aún al sentido común de la gente, de forma que la teoría que busca de la unificación de la relatividad y la teoría cuántica, tardará (si se llegase a encontrar) mucho más en llegar a la gente.
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Teorías que se multiplican desde los foros elitistas de las universidades inglesas como forma sutil de mantener la primacía imperial del conocimiento. Que haya eminentes científicos rusos o indios dentro del círculo no invalida el caracter elitista del mismo.
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La lectura de Hawking recuerda el asombro de descubrir que la imagen que tenemos de átomo como un núcleo alrededor del cual orbitan los electrones, no es en absoluto verificable, sino simplemente la imagen que toda la comunidad científica ha dado por buena a falta de otra mejor.
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Quizá sea preferible estudiar el papel de la “estructura” en el correcto manejo de la cotidianeidad.