¡Ay IA, IA, ahí está, es lo que hay!

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Abundando en el escepticismo sobre la IA.

El fenómeno de la IA no es nuevo. Antes se llamó Telefonía Inteligente (Smart phone 2007), Comunicación Móvil sin Cables 2000, Internet 1993, RV Realidad Virtual 1993, CD-ROM multitarea interactiva audiovisual 1990, Sistemas Expertos 1988, Autoedición 1985, PC 1981, Informática 1970, Computación con calculadoras 1969.

Desde los años sesenta, deslumbrados por la potencia computacional de las calculadoras, nos vienen repitiendo el mismo mantra: mañana trabajaremos menos porque el trabajo lo harán las máquinas.

Y es verdad, solo que las máquinas tienen dos vertientes: los ingenieros que las diseñan y manejan, y las limpiadoras que les quitan el polvo, le lavan la grasa sobrante, barren las oficinas y lavan los calzoncillos de los ingenieros.

Ingenieros que ¡qué casualidad!, son hombres, blancos, heterosexuales y judíos.

Unos judíos muy especiales (no todos son iguales, graciasadios).

Son los judíos que dentro de su misma tribu se han constituido en clan rector, con capacidad divina de decretar que lo que ellos digan es lo que tiene que ser. Y así como por ensalmo, han decidido que los demás pueblos han de estar a su servicio, para lavarles los calzoncillos. Así que los palestinos dejan de ser humanos para convertirse en las piezas que necesitan sus maquinarias para mantenerse engrasadas y dispuestas a la producción.

Es una pena que la IA sea, como hemos visto, una campaña de imagen para lavar las corruptelas de un sistema audiovisual que hace aguas. Si se aplicase honestamente la IA a la Biblia, seguramente le diría claramente a los judíos ortodoxos que las leyes del Sinaí pudieran ser válidas hace 3000 años, pero la sociedad humana cambia y el principio del ojo por ojo ya hace 2000 años que no es aplicable ni reivindicable.


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