colleita 24


atiente 1. No corras

La atención, como cualquier otra palabra o concepto, tiene al menos dos lecturas. Una es la atención voluntaria a cualquier aspecto y otra la atención sobrevenida por el ambiente. Si paseas por la sabana y aparece un león no esperas a prestarle atención, olvidas lo que estabas pensando inmediatamente y sales a correr, perdiendo la pista de lo que fuera a que estuvieras dedicando atención.

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Seguramente mis planes de atención tendrían otros derroteros ahora mismo, pero llega la colleita y es impepinable que la atienda si quiero evitar la sensación de fracaso de todos los años, en que se desperdicia por no atenderla debidamente dejando un poso de insatisfacción y sentimiento de culpa por no aprovechar lo que el cielo te regala.
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La colleita tiene el valor añadido de armonizar el yo profundo que recuerda las etapas evolutivas que ya los neandertal colectores y cazadores pudieron experimentar. Lo primero es recoger, separando el fruto de la paja. Luego vendrá el preparar pelando y descorazonando. Luego el procesar con fuego o con hielo. Y por fin etiquetar para no confundir añadas. A partir de ahí, el producto acabado, se verá la conveniencia de comercializar o no.

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Quizá unas rutinas que olvidamos cuando nos ponemos a planear un negocio digital deslumbrados por la inmediatez de la publicidad: ¡compra! oimos decir a un ocioso inversor al borde de su piscina, e inmediatamente queremos un móvil desde el que poder ordenar ¡compra!

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El trayecto de las prisas que nos enferman viene de lejos. Primero fue con el tabaco. En la I Guerra Mundial se hizo norma regalar a los soldados todo el tabaco que quisieran. Siguió la marcha ascendente en esto de drogar a la soldadesca hasta que los retornados de la guerra del Vietnam empezaron a dar muestras de desequilibrios por las muchas drogas a las que se les abrió la puerta.

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Luego vino la universalización de la electricidad. Tener luz pulsando un botón significó muchas horas de ahorro en el ritual de encendido de una vela o un candil.

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Luego la universalización de los coches y con ella la inmensa red de carreteras que si bien cuesta construir no dejan de necesitar mantenimiento. Otro coste inmenso a costa de tener más tiempo si pisamos el acelerador.

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Después la universalización de la tv, que bien pudo absorver el tiempo restante que nos ahorra la luz y el coche. Y al final la informática, cuya ley de Moore permitió primero la multitarea y luego la multiplicación de aparatos idIOTas (la internet de las cosas, IoT, Internet of Things) que se inventa chips que controlan otros chip infinitamente.

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Es por ello que resulta tan conveniente recordar los ritmos lentos de las colleitas y los procesos físicos que los alimentos necesitan hasta llegar al consumidor con garantías de calidad artesanal, tan alejadas de las garantías exigibles en los alimentos industriales.

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De forma que me costará, pero pienso insistir en el aprovechamiento de las colleitas.

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