Intento de aproximación
El Hombre de la Palloza. I (de 5)
El “Hombre de la Palloza” es un constructo mental para conocer el monte, fuente de todo lo necesario: leña para mantener el fuego, y agua para el regado y lavado de frutos.
El agua y el fuego confluyen en el fregadero, suerte de memoria RAM para todo lo que tenga que ver con limpieza e higiene.
El hombre de la palloza recupera los principios de la cultura en su virginidad originaria: cuando todo lo que tiene a mano, es lo que el monte le ofrece y las herramientas que se va fabricando.
Tiene un pequeño problema el hombre de la palloza: la renuncia a las comodidades del siglo, construidas todas sobre el abandono del monte. Bares, fiestas, prisas. Todo sobra. ¿Merece la pena?
El Hombre de la Palloza. II (de 5)
El régimen social del hombre de la palloza es la tribu, la aldea. La familia como núcleo y la palloza como refugio, son su entorno, sin aún herramientas que le faciliten el trabajo. De modo que ha de aprender a explotar el monte con sus manos.
La herencia cultural es una nebulosa que lleva consigo sin ser plenamente consciente de su monto.
- Sin nociones de biología, seguramente identifica a más clases de plantas y animales que ningún biólogo.
- Sin nociones de ética, seguramente es más respetuoso con su medio que ningún abogado.
- Sin nociones de física ni astronomía, seguramente sabe más del comportamiento del agua y el viento que ningún especialista. Sólo contemplando el comportamiento de los elementos que le rodean.
El Hombre de la Palloza. III (de 5)
El hombre de la palloza tiene introyectado que hay dos elementos que marcan su mantenimiento: la leña para el fuego y el agua para lavarse y beber.
El retorno al principio, a los principios, responde al cíclico mandato de repasar lo conocido para actualizar su validez.
Aún no domina el hierro. Las herramientas las tiene que importar. O fabricar.
Conoce la cocción, mediante la que extrae de los vegetales los jugos nutricios. Sabe de plantas y cada día comprueba su eficacia como sanadoras, alimentadoras o condimentadoras.
Tiene una idea de la energía absorbida por digestión y por respiración. Ambas confluyen en alguna parte del cuerpo donde fermentan y descomponen lo ingerido para hacerlo digerible. Mediante siete procesos de depuración.
El Hombre de la Palloza. IV (de 5)
Lo tiene claro el hombre de la palloza: su misión consiste en trocear las ramas caídas para atender el fuego que cuece los alimentos para facilitarle su digestión.
A través del troceado de árboles ha descubierto cómo funcionan las plantas absorbiendo nutrientes del suelo con las raíces, y ascendiendo por debajo de la piel del tronco para alimentar a las hojas, que a su vez toman la energía del sol y enriquecen los jugos saviales.
Las ramas muertas y secas son las que se encargarán, una vez secadas, de mantener el fuego del lar.
En invierno le gusta haraganear bajo las pieles de cordero que le sirven de mantas.
En verano le gusta contemplar el hervor que se adivina bajo la capa de herbor.
El Hombre de la Palloza. V (de 5)
El hombre de la palloza nota que se mueve en tres niveles: el natural físico (leña-fuego-agua), el mental deductor racionador, y el emotivo incontrolado, que varía cada día y condiciona la marcha de los otros dos.
Con el tercero de los niveles no hay nada que él pueda hacer. Los otros dos se complementan en el día a día, el comportamiento de la leña, el fuego y el agua en su manipulación, le va dando la pauta de la naturaleza de la madera, el calor y la humedad. Y extrae, por cálculo, cómo se comportará la materia en sus tres niveles: sólido, líquido y gaseoso.
Con las emociones no encuentra qué hacer. Así que las deja pasar, procura disfrutarlas e intenta evitar que le generen dolor futuro.
(inicialmente grabado el 31-1-2021)