(Lo muy básico que no deberíamos olvidar usando Internet)
Plan in-formativo de adelal. Para estar en forma hay que in-formarse.
Internet conecta textos a través de conexiones que confluyen en el momento de la lectura. Lectura que no está exenta de adquirir sentido en el marco de una interpretación sujeta a las estructuras que estemos manejando en dicho marco.
Internet conecta ordenadores
Los ordenadores trabajan con “ficheros” o “archivos” que son, siempre, textos con un principio y un final, una orden EOF (End Of File).
El lenguaje HTML es el que permite “enlazar” unos archivos con otros y cotejar los contenidos. Los archivos de voz e imagen también son texto, solo que codificado para facilitar su manipulación a través de los chip microprocesadores. Pero archivos al fin y al cabo, con su necesaria orden EOF si queremos evitar corrupciones en las copias.
Una consulta a Google es un archivo que se finaliza, cierra, cuando le damos la orden “Intro”.
Con el contenido de la consulta, Google busca en sus bases de datos (que igualmente son archivos almacenados en los servidores), y devuelve las coincidencias.
Cada coincidencia está tomada de algún sitio, normalmente una página web, y Google al devolvernos los resultados añade en pie de página una nota con el origen de esa información que nos devuelve. Es la “fuente”. Si nos fijamos en la fuente de la información vemos directamente el grado de fiabilidad que puede tener dicha información. Si es fiable la damos por válida y si no, podemos pinchar el enlace para saber más de ese origen.
Es decir, resumiendo y para evitar que nos engañen:
-un texto-archivo registra los datos conservados,
-una línea telefónica conecta los archivos todos,
-hilando la conexión sabemos de la fiabilidad de la transmisión.
-Solo hace falta eso: fijarse en las fuentes.
Ejemplo al canto:
El caso surge en una charla de sobremesa.
—¿Porqué tiene mala fama brindar con agua?, pregunta un comensal.
—Pues no sé, pregunta a Google, responde otro.
“en algunas culturas se considera que proponer un brindis a alguien con agua es similar a desear mala suerte e incluso la muerte” fue la respuesta de Google.
—¿Quién lo dice? pregunta el primero.
—Pues no sé… Google.
—Ya, pero Google lo toma de algún sitio, que te lo indica en la base de la respuesta. Es la “fuente” de esa información para Google.
La sorpresa del segundo comensal fue la que me convenció de la necesidad de esta explicación. Porque si la fuente es fiable, la respuesta la das por válida. Si no, no.
En este caso la fuente era de Vichy Catalan, una vetusta marca de agua. Parece fiable. Si no lo tenemos claro, podemos pinchar el enlace para ver en detalle en qué parte de la web de Vichy Catalan se razona el origen de la información que ofrece. Es una sección del blog de su web (https://www.vichycatalan.com/las-cinco-supersticiones-en-la-mesa-mas-populares/) titulado “Las cinco supersticiones en la mesa más populares” y cuenta una costumbre griega que dio origen a este prejuicio supersticioso.
Si la fuente hubiera sido desconocida, convendría consultarla para hacer el seguimiento. Pudiera ser un foro de chistes poco fiable.
En cualquier caso, la fuente será igualmente un archivo o un grupo de archivos almacenados en una página web a la que se accede gracias a la magia de los “enlaces”. De forma que el mérito de disponer de toda esta información interrelacionada es de Google por permitir la búsqueda rápida, pero principalmente es mérito del concepto de “enlace” desarrollado en el lenguaje HTML por Tim Berners-Lee. Invento que nunca podremos pagarle y agradecerle suficiente.
Curiosidad: el segundo comensal comenta “pues vaya, Vichy Catalá debería evitar esa información, que va en contra del consumo de agua”. Lo cual me llama la atención porque viene a demostrar que no es sólo el consumo lo que le da valor a las cosas.
Fiabilidad, qué bonita palabra. Tirando del hilo de la fuente, se hace fiable, confiable, la información.
ver «la rueca«
Cada cosa para lo suyo.
(Lo muy básico que no deberíamos olvidar usando Internet)
Plan in-formativo de adelal. Para estar en forma hay que in-formarse.
1
Un tratamiento de textos sirve para tratar textos. Una calculadora para calcular. Una hoja de cálculo para grabar cálculos y fórmulas de complicada repetición. Una base de datos para facilitar el acceso a los textos grabados en forma de datos. Aunque todo son textos, no escribimos una carta con una hoja de cálculo.
Con esos tres formatos
- texto
- hoja de cálculo
- base de datos
se ha construido la informática toda. Mas tarde llegarían los gráficos, pero esa es otra historia.
Luego vienen los publicistas y nos dicen en un anuncio: el universo a tus pies. Y es cierto, aunque siempre que respetemos las condiciones de acceso al universo.
Las operadoras se aprovechan de la estructura de Internet. Whatsapp ofrece llamadas pero obligando a los archivos de voz (que va generando la conversación) a pasar de la línea a sus servidores y de éstos a la otra línea. Quien dispone de buenas conexiones en la ciudades no lo nota, pero en el rural es una estupenda forma de deteriorar la comunicación hasta el punto de hacerla insoportable, y en cualquier caso muy irritante.
Así que, para bien hablar, no uses whatsapp si estás en el campo. Whatsapp es una mensajería, no una operadora. A cada uno lo suyo, zapatero a tus zapatos. Usa fuentes fiables y beberás más fresco.
Cada cosa para lo suyo, no metas una cabra en una verdulería ni mates moscas a cañonazos.
Ni compres libros en el Corte Inglés o en Amazon, que para eso tienes un librero cerca.
2
No es un tema menor, porque la industria informática toda está volcada en esa epopeya de hacer funcionar al mail como centro único de información para mejor atrapar al usuario. O a convertir un tratamiento de textos en un maquetador o en un centro de emisión televisivo.
Se trata de fomentar el caos para ofrecer permanentemente salvavidas.
Y siempre con un recurso permanente: el botón, el clic del ratón, la inmediatez del “hágase la luz y la luz se hizo”. Perdiendo de vista (interesadamente) que las cosas tienen su proceso y sus tiempos.
Y al tiempo hay que darle lo suyo, como a todo el mundo, no lo olvidemos,
“tiempo al tiempo”.