Una cama con sábanas de seda recién planchadas, en una alcoba cálida, tocando una piel perfumada, esperando la acumulación de humores.
Si lo quieres en salvaje: una playa caribeña de arena fina, en una hora intermedia, aspirando la brisa del bosque cercano, esperando el ocaso. Tocando igualmente una piel suave.
Después, en cada caso, de una jornada de esfuerzo que nos ha llevado a rematar la tarea programada.